Gladys Ramírez es el nombre que sale impreso en su identificación, pero ella afirma que lo siente ajeno, porque desde muy pequeña su padre la apodó con el nombre con el cual se identifica y todo el mundo la conoce: Popa Ramírez. Irradia tanta paz que quien no la conoce podría creer que ha tenido una vida plena y serena, sin embargo, ha sufrido sus altos y bajos. Se mudó desde Sagrada Familia- Curicó- hasta Cerro Navia, se fue con sus dos hijos y su marido cuando aún eran muy jóvenes; allí llegaron otros tres niños, entre ellos Camila, una de las menores de la familia y literalmente la más delicada, ya que nació con osteogénesis imperfecta, también conocida como “huesos de cristal”. Popa viajó con su hija al viejo mundo donde conocían mejor esta condición y por ende podrían tratar con más eficacia a la niña. Toda esta situación fue complicada para la familia, fueron momentos duros. Sin embargo, Popa estaba infinitamente agradecida por las oportunidades que le había dado la vida, sus amigos, familia y vecinos. Por tal razón ella esperaba encontrar una manera de devolver tanta bondad. Una vez en Chile, Popa fue a trabajar como voluntaria en una Casa de Acogida de niños con discapacidad, donde se formó y capacitó para lograr hacer lo que más adelante se propondría, formar un centro como ese en Cerro Navia. Así nació la Fundación Amigos de Jesús. Popa se preocupa de cada detalle, todo limpio e impecable. Su exigencia y responsabilidad hacen esto posible. La labor que se realiza en la fundación no es solo una ayuda para los chicos, sino que también es un trabajo que se realiza para sus familias. Se les presta ayuda a los niños en cuanto a su formación y capacitación y se le brinda a su vez el apoyo emocional que tanto necesitan los padres.