Elizabeth no tuvo una infancia fácil. Ella tiene autismo, quedó huérfana a los 8 años y fue abusada sexualmente por sus cuidadores. Por ese motivo huyó a la calle, lugar donde vivió por 2 años. A los 12 años conoció a quien hoy es su marido, quien también tiene autismo y juntos tuvieron dos hijos. Uno de ellos, Lukas, nació dentro del espectro. Fue entonces, cuando Elizabeth comenzó a darse cuenta de que en el colegio “especial” a la que él asistía, lo trataban con mucha discriminación y lo hacían sentir inferior, situación que le sucedía a Lukas y a otros de sus compañeros también. En ese momento decidió investigar e hizo todo lo posible para sacar adelante a sus hijos, con el objetivo de que todos logren transitar a su vida independiente. Hace 12 años fundó la Agrupación Autismo Rancagua, para ayudar a niños y adolescentes a desarrollar su autonomía incluso si no tienen los recursos económicos para financiar su terapia. Del mismo modo, la Fundación Inclusión Azul (al alero de la agrupación) ha ayudado a más de 600 familias en la región. Se financian con trabajos voluntarios, además con la campaña de reciclaje “Tu lata es mi terapia”.